En Estocolmo hay
infinidad de cafeterías en las que ofrecen café de barista y una bollería contundente
y espectacular.
El precio es caro, sí, pero vale cada corona que se paga, os lo
aseguro.
Para los suecos hay
un “break” imprescindible en el día que
le llama “fika” (pausa del café), es como el “tea time” de los ingleses, o las “tapas” en España…..un momento de
relax y para compartir con familiares y amigos.
El fika ha llevado a este país a elaborar
una bollería exquisita y ser uno de los mayores consumidores de café del mundo.
El flechazo
definitivo fue cuando visité la cafetería
Vete Katten, entré por la puerta de la calle lateral (por donde está el
obrador) y me quedé embobada viendo a un tipo haciendo con una habilidad
pasmosa unos “nudos” con unas tiras pasta con canela.
Vete Katten es un laberinto
de saloncitos de café, donde ofrecen un despliegue de trenzas rellenas, bollos,
tartas, crumbles, panes y galletas que para acompañar el café….nos
dirigirnos desde el escaparate del obrador hasta los expositores de la bollería
, pasando por algunos salones con gente hablando con una taza de café con leche
en la mano….. cuando llegamos a los expositores, mi marido se dio la vuelta, me
miró, y con una sonrisa levantó la ceja para informarme que sabía perfectamente
que le iba a costar sacarme de allí.
Desde ese momento
para mí esta ciudad tiene un perfume: CAFÉ, CANELA y CARDAMOMO…..y yo que creía
que el arenque lo iba a eclipsar todo….
Así que, aquí os
dejo la receta de este bollo de canela (kanelbullar) que tan habilidosamente vi
“enredar” en ese obrador.
Su nombre es Riktigt
snyggar bullar, significa algo así como “Bollos realmente de lujo”.
Aunque el sueco no
es mi fuerte (benditos traductores), siempre que visito una ciudad trato de
preguntar por el mejor libro de recetas sobre un tema en concreto ……y claro, casi
siempre el que suelen recomendarme está en la lengua autóctona y si está en sueco hay muuucho que traducir.
Por lo tanto, esta
vez no transcribo la receta y os la pongo tal y cómo la tengo.
Es muy raro que
mis libros de recetas no tengan notas mías y si encima hay que
traducir, no me quedan casi espacios en blanco.
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